La mayoría de las veces, cuando hablamos con las mamás en Alice, hay frases que se repiten como un mantra universal: “No tengo tiempo para mí”, “Duermo poco”, “Ya no me acuerdo la última vez que hice algo sola” “Mi salida de la semana fue al supermercado”. Y no es casualidad: la maternidad, sobre todo en los primeros años, tiene la extraña capacidad de convertir a la mujer en un reloj humano que solo marca la hora de alimentar, dormir, bañar, jugar, repetir (y muchas, también, le suman “trabajar” a esta rutina).
Y hay una realidad: en el medio, lo que queda relegado es ella. La mujer, la persona, la que antes de ser mamá tenía hobbies, series pendientes, playlists propias y la energía suficiente para ver una película sin dormirse a los diez minutos.
Entonces, llega octubre y aparece la gran pregunta: ¿qué regalar en el Día de la Madre? Porque, seamos honestas, no hay vela aromática ni crema corporal que compita con algo mucho más simple (y escaso): tiempo para una misma.
Algunas ideas (que valen más que un ramo de flores):
-Un rato de sueño sin interrupciones. A veces tres horas de siesta ininterrumpida son más revitalizantes que unas vacaciones en Cancún (aunque también puede ser una siesta en Cancún 😂).
-Silencio. Sí, silencio absoluto. Una tarde sin canciones infantiles a todo volumen, sin la tele prendida de fondo, sin “¡mamáaaa!”. Regalarle un rato en casa… pero como si estuviera en una biblioteca.
-Plan sin culpas. Cuidar a los chicos para que ella pueda ir al cine, tomar un vino con amigas o simplemente caminar sin cochecito ni mochilas, es un mimo enorme. ¡Ojo! ¡Ir al supermercado no cuenta como salida!
-Pequeños gestos cotidianos. Preparar la comida, encargarse de la ropa o hacer la lista del súper. Lo que sea que libere aunque sea media hora, y que no requiera de la frase “después yo me ocupo”.
Porque, más allá de los regalos materiales, el verdadero lujo para una mamá suele ser recuperar ese espacio que la maternidad va ocupando sin que ella se de cuenta. Y quizás este Día de la Madre, más que flores o desayunos en la cama, podamos darles algo que de verdad cambia el ánimo: un respiro, un rato de disfrute, un pedacito de tiempo propio. O, todo esto, MÁS las flores, el desayuno y el regalo que ella tenía entre ceja y ceja. 👏
Que nunca falten los abrazos ni los “te quiero”, pero que tampoco falten las siestas, los ratitos de soledad y los planes propios. Después de todo, ser mamá es maravilloso… pero también agotador. Y este 19 de octubre, el mejor homenaje puede ser devolverle un poquito de su propio mundo.
Esta nota escrita por Nannu y fue publicada en la Revista Ohlalá el 14/10/25.
